Río Coatzacoalcos

Navegando con 30 pesos
Si alguna mañana has despertado con ganas de hacer algo distinto pero con muy pocas monedas en la bolsa, te recomiendo una actividad que para algunos resulta parte de su vida cotidiana, pero que a ti puede llevarte a descubrir incluso un poco de tu identidad como porteño. Desde luego que me refiero a navegar, y exactamente a descubrir la grandeza del Río Coatzacoalcos.
Este imponente cuerpo de agua nace en la Sierra de Niltepec o Atravesada, en Oaxaca, en la región del Istmo de Tehuantepec. Es un río abundante que alimenta, principalmente, el sur del estado de Veracruz y forma una de las barreras de agua que envuelven a la Isla Juliana, donde se asienta el viejo Puerto México, nombre de nuestra ciudad que muchos mantienen en el olvido.
Con sus 322 kilómetros de longitud, el río Coatzacoalcos avanza en dirección al oeste; en su recorrido se funde con los cauces del Jaltepec, el Chalchijalpa, el Chiquito, el Uxpanapa y el río de Las Calzadas. Sus aguas tributarias lo ubican como la cuarta corriente más caudalosa del país y es nuestro fiel guardián en los malos y buenos tiempos.
Dos terceras partes de su longitud total son navegables, para terminar desembocando en el puntos más austral del Golfo de México, cuyas azules aguas bañan las costas del estado de Veracruz. Por supuesto que sólo podía morir justo aquí, junto a la población y el orgulloso puerto industrial que llevan su mismo nombre: Coatzacoalcos, lugar donde se esconde la serpiente.
Desde que somos niños, los porteños crecemos con la leyenda de que un día Quetzalcóatl, a bordo de una balsa hecha con piel de serpiente, navegó el río hasta perderse en el horizonte. Por ese motivo se le da el nombre de Coatzacoalcos que significa lugar donde se esconde la serpiente, y cuya extraña maldición parece olvidada a la par de aquella vieja escultura que alguna vez lució la entrada de nuestra ciudad; son pocos los que recuerdan que un día cuando esta ciudad crezca económicamente, la serpiente emplumada volverá para presenciar su fin, a causa posiblemente de un maremoto.
Sin embargo, mientras nuestra ciudad espera su fin en medio de una mezcla de verdad y fantasía, bien vale la pena pagar los 15 pesos que cobra el Acuabus en el paso de lanchas y cruzar el río hasta llegar al embarcadero de Nanchital, en la margen derecha del mismo, lo cual permite cruzar por debajo del puente Coatzacoalcos y admirar la plenitud de nuestro caudaloso río.
La travesía dura apenas de 15 a 20 minutos, pero suficientes para que usted se remonte a principios del siglo XX cuando la única forma de viajar a Nanchital, Minatitlán y algunas localidades ribera arriba, como el municipio de Jesús Carranza y el Ejido el Amate, era por medio de la vía acuatica.
A medida que la lancha avanza, es posible observar los manglares y la pequeña isla que bajo el puente Coatzacoalcos I resguarda una reserva ecológica, así como las familias que aún viven en la ribera del río enfrentándose a las continuas inundaciones, algunas de gran magnitud como la ocurrida apenas el año pasado.
De igual forma, es posible sentir el golpe de la brisa del río y sentirse transportado a otra época, mucho mejor que la actual y con menos contaminación. Cabe señalar, que quienes nacimos en los setentas y ya andamos en la tercera década, aún recordamos aquellas alegres marsopas que acompañaban a los barcos en su trayecto por el río. Mención aparte merecen las amenazantes aletas de tiburón que desde el puente nos recordaban que mejor no debíamos asomarnos mientras el vehículo cruzaba.
Hoy en día todo eso pertenece al olvido, son muchas los usuarios que prefieren el moderno puente Antonio Dovalí, y de las marsopas y los tiburones ni el recuerdo queda, excepto algún escualo despistado como el que fue atrapado en las playas de Allende hace unos meses. Aparte, nuestro río en 1999 recibió el título como "el Río más Contaminado del Mundo", una realidad que alejó la pesca de sus aguas, en otros tiempos rica y abundante.

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